Probablemente el acontecimiento más importante en la evolución de la estética mínimamente invasiva ha sido el desarrollo de la toxina botulínica, más conocida como Botox ® para el uso cosmético como tratamiento de las arrugas de la frente, el entrecejo y la región periorbitaria (patas de gallo).
El uso de toxina botulínica se ha convertido en unos de los tratamientos más demandados.
El tratamiento con toxina botulínica está indicado para:
- La corrección de las arrugas de la frente
- La corrección de las patas de gallo y arrugas periorbitarias y el entrecejo
- Tratamiento de la sialorrea o salivación excesiva
- Tratamiento de la sonrisa gingival
- Tratamiento de la hiperhidrosis facial o sudoración excesiva
- Las distonías oromandibulares, hipertrofias maseterinas o alteraciones neuromusculares de los músculos masticatorios
- Migrañas
- Cervicalgias
La toxina botulínica actúa produciendo una debilidad de la musculatura donde se inyecta haciendo que estos músculos no tengan tanta fuerza y por tanto no produzcan tantas arrugas en la cara, ya que toda arruga se origina como consecuencia de la contracción de los músculos que hay debajo de la piel.
El tratamiento con toxina botulínica por tanto relaja y en ningún caso actúa como material de relleno. No se debe confundir por tanto con otros productos como el ácido hialurónico.
Hoy día, la toxina botulínica es una de las técnicas mínimamente invasivas que proporcionan mayor mejora y rejuvenecimiento facial. El procedimiento dura 15 minutos y el paciente puede incorporarse inmediatamente a su actividad diaria.
El efecto de la toxina botulínica dura alrededor de 8 meses, si bien, conforme más reinyecciones se realizan, menos necesidad y más durabilidad tiene el tratamiento.